miércoles, 15 de junio de 2016

La extraña adultez

Me faltan unos años para llegar a los cuarenta. Escribo mientras estoy acostado mirando el mismo techo que a los 16 años. Hace dos años que regresé a la casa familiar. Legalmente es mi casa, está inscrita a mi nombre. Pero en los hechos es la casa familiar, vivo con la mamá y dos hermanos.

Mi pieza es bastante grande, casi del porte que algunos departamentos en venta hoy en día. Lo que más me gusta es que techo tiene doble altura. Es incómodo para cambiar alguna ampolleta, pero se siente bien el espacio extra.

Lo extraño es que jamás pensé que iba a estar en esta situación. En este barrio las casas son muy grandes y por alguna razón tengo vecinos mayores que siguen viviendo con sus padres. Eso lo encuentro raro. Y yo soy uno más.

Ya tengo un posgrado en el extranjero. Acabo de rechazar una beca para hacer otro. Soy profesor universitario y no me dieron garantías de que conservaría mis asignaturas al volver. No tenía mucho sentido hacer otro posgrado para perder el espacio que tengo ahora.

Desde que volví a la ciudad he arreglado el auto que usaba cuando iba al colegio. Tiene 20 años y 130.000 kilómetros. Ya me da no se qué venderlo, es como parte mía. He manejado autos mucho mejores, pero este me sirve y tampoco quiero gastar en uno nuevo.

Me molesta no hacer nada. No me gusta mi trabajo. No me gusta mi vida. No me gusta no ser capaz de decidirme a comprar un departamento o un sitio y construirme una cabaña. Me molesta lo guatón que estoy. Me molesta que mis amigos me deban plata.

Me molesta rodearme de personas con valores tan diferentes a los míos. Me molesta sentir que no estoy a la altura del heredero de una "buena familia". Me molesta haberle dado la espalda al poder. No, eso no es así. Me molesta tener principios que me obligaron a alejarme de quienes tienen poder.

Quizás debería volver a terapia. Pero si sé todo lo que me molesta, debería ser adulto y arreglarlo yo mismo. Ya estoy viejo para echarle la culpa a los papás por lo que hicieron y principalmente por lo que no hicieron.

Hace un par de meses volví a Chile y no he tirado. Tengo un par de amigas a una llamada de distancia, pero no me motivo. En España conocí por estas app de citas a una mina increíble. Todo bien y en una comida me contó que además de estudiar se prostituía.

Evidentemente me seguí juntando con ella y seguimos tirando, como follamigos eso sí, sin plata de por medio. Es como que yo tuviese un imán para minas extrañas. Podría escribir un libro con las historias de las minas que he conocido.

Mis orígenes familiar son de una familia de grandes señores y rajadiablos y de pequeños industriales alemanes. Osea que debería encontrar una rubia cuyos ancestros hayan invadido Jerusalén y engañarla con las chinas del packing. Tener hijos por dentro y por afuera. Gracias.

Actualmente esto del tinder y otras aplicaciones es raro también. Me da más gusto el match que pensar en juntarme con una mina. Como que me gustaría casarme y tener u o máximo dos hijos en unos años más. Una fiesta chica, pocos invitados y listo. Luna de miel en alguna parte rara.

No he heredado las malas costumbres de mi familia paterna. Nunca he sido infiel. Con las exigencias implícitas de mi familia materna, algo me queda. Una de las mejores mujeres que he conocido tenía un apellido indígena, me llevaba re bien y el sexo era increíble. Nunca la habría podido presentar en familia.

¿Que me gustaría? Lo primero es que quiera algo serio. Luego de eso que no sea fanática de alguna religión o secta. Que sea profesional, ojalá al menos sus abuelos también lo hayan sido. Que sea discreta, no una nueva rica con afán de hacer mega eventos sociales. Que tenga conciencia de que ya es aceptada. Que le gusten los perros. Que sea blanca. Que tenga el pelo castaño o trigueño, no rubia. Que sea linda de cara y ojalá tenga buen culo y buenas piernas. Que sea lo más segura de sí misma que una mujer pueda ser. Que si tiene las pechugas chicas sepa que me gusta así. Que sea feliz trabajando media jornada y que le guste estar en la casa. Que le guste que yo le abra la puerta. Que le guste que le regale flores y que eso no sea el tremendo gesto. Que tenga una dosis de humor negro. Que no sea pánfila. Que tenga opinión sobre las cosas pero que sea tranquila. Que no esté en guerra con los hombres. Que se ría con tonteras. Que no fume. Que actualmente no se drogue. Que no sea una santiaguina pechoña. Que le guste el campo.