Cuando fui aspirante a poeta, alguna vez me dijeron que madurar era cuando todavía sueñas, pero tienes que hacerlo a escondidas, o que madurar era como jugar a que ya mataste a tu niño interior. De eso han pasado casi doce años. Yo tenía 28, y eran respuestas que me hacían cierto sentido. Ya en ese tiempo estaba atrasado respecto a las etapas normales de la vida. Pero había estrenado mi película. Para ser artista estaba bien, para ser abogado, mal. Y en estos doce años he sido más abogado que artista. No he vuelto a escribir poesía, ni guiones, ni menos he hecho otra película. ¿Por qué empecé a escribir?
Hace un rato pasé a escuchar "Star Guitar", de los Chemical Brothers (2002). En la tarde vi "Nick & Norah's Infinite Playlist" (2008). El 2002 era joven, el 2008 también. Cuando paso a echar bencina, varias veces me dicen joven. Pero no se trata de eso, de la juventud física, sino de que ser adulto tiene consecuencias serias. Ya no se trata de tener cien posibilidades, sino de tomar una de ellas y hacerlo bien. Y no estoy contento. Ni siquiera tengo sueños o cosas que me gustaría hacer. De alguna manera entre el yo de 39 y el de 40 se ha producido un quiebre. Cuando descubrí que la chica que me gustaba y con la que estaba empezando a tener onda tenía 25 años se me cayó todo un poco. Pero no es todo, como que hasta hace unos meses tenía sueños de irme de este país, ahora me siento como atrapado y rendido. Como un prisionero que ya no tiene sueños de fugarse.
