sábado, 2 de mayo de 2020

¿Estás viendo a alguien?

Una muchacha ucraniana tenía un chiste en su instagram, algo así como "Un chico me preguntó si estaba viendo a alguien. Pensé que me estaba invitando a una cita y le dije que no. Pero me respondió que debería ver a un psicólogo o a alguien por el estilo". Yo no estoy bien. Pero tampoco mal.

Estoy vivo, sano, con trabajo, haciendo lo que me gusta y desarrollándome. Tengo varias cosas a favor y algunos temas pendientes. Lo más pendiente que tengo es mi doctorado. No he avanzado nada con mi tesis. Y tampoco tengo muchas ganas, la mayor parte del tiempo no le encuentro sentido. Me gustaría estar en la primera línea contra el coronavirus, pero soy un académico de una área que no tiene nada que ver. En estos días de tele realidad, he regalado y organizado donaciones para varios equipos médicos. He importado y regalado mascarillas y protectores faciales. Pero no me saco fotos haciendo las donaciones. ¿Realmente las he hecho?

Han pasado casi seis años desde que volví a la casa de mi mamá, y he pasado doce meses viviendo en el extranjero durante este tiempo. Este año planeaba recuperar mi independencia, pero vino la cuarentena y me quedé acá encerrado. Tengo que salir para poder sobrevivir. Había encontrado un departamento ideal para cuando termine la cuarentena, pero van a operar a mi hermana así que me quedaré unos días más por acá. Ojalá siga disponible para cuando pueda salir. 

Y el gran tema de mi vida en estos días es que soy un imbécil. Cuando terminé con mi ex, el 2015, me prometí no tener nunca más sexo sin sentido. A diferencia de mis amigos, que tuvieron una o dos pololas y se casaron, me he acostado con muchísimas mujeres. Entre los 17 y los 34 ya no me acuerdo cuantas fueron. En una cama, en un auto, en un bosque, en un baño. Y me dejó de interesar el sexo casual. Desde entonces, he tenido sexo solo con tres mujeres. Una era una ex, otra fue dentro de una especie de relación y otra era una azafata brasileña, pero eso es una historia aparte. 

Esa especie de relación que tuve y que ha incluido encuentros esporádicos, siendo el último hace ya un par de meses, estuvo bastante buena. Ella era una mujer increíble, en la cama nos llevábamos muy bien y es una excelente persona. El problema es que tenemos vidas muy distintas y no tengo ninguna compatibilidad con su familia.

Sí, estoy buscando una mujer para pasar los próximos cuarenta años de mi vida, si tengo suerte. Tener un par de hijos y vivir esa vida. Y acá estoy, solo y masturbándome a ritmo de adolescente. Es más, mirando las mismas películas porno de Rocco Siffredi de comienzos de siglo. Las mismas pajas mirando a Rita Faltoyano, Suzie Carina y toda esa colección de eslavas preciosas que miraba cuando era un mechón.

No entiendo cual es mi problema. Como que cuando las cosas empiezan a ir bien, hago algo y lo hecho todo a perder. Si yo me describiría diría que soy de lo mejor que se puede encontrar. Soy una persona de buenos sentimientos, nunca he sido infiel, tengo algo de plata, buena posición social, un trabajo prestigioso. Soy blanco, tengo el pelo claro, un físico normal, ni gordo ni flaco. Los abdominales algo marcados, buenas piernas y todavía me queda algo de glúteos. Tengo un buen pedazo de pico y todas han gozado mucho conmigo. Sé como manejarme en la cama. Pero no hablo de eso, es como un talento oculto. Físicamente, me habría gustado haber crecido algo más. Cuando niño tuve problemas de crecimiento, pero según los mejores médicos del país, no había nada raro. En algún momento iba a desarrollarme y crecería hasta 1.83, como buena parte de mi familia. Algo pasó y me faltaron 10 centímetros. No es tan poco, pero en mi entorno social soy de los más bajos. Cuando no crecía ya no tenía papá y dejé de ver a esos médicos que me decían que no habría problemas. Si pudiera cambiar algo de mi persona sería eso. Aunque con los viajes en avión he llegado a valorar no tener las piernas más largas, creo que tiene algunas ventajas. Pero bueno, uno de mis compañeros es un tipo grandote, típico macho alfa. Y habla y habla de su sexualidad. Dime de qué presumes y te diré de que careces, pienso yo. Y al revés, en mi caso, con cara de niño, estatura totalmente normal, bien portado, apostaría que las mujeres piensan que soy malo en la cama. Quizás parte de mi éxito en esa materia sea que ellas van con pocas expectativas. La cara de sorpresa que tienen cuando me ven el pico erecto es notable. Pero si yo anduviera haciéndome propaganda, quizás no se produciría el mismo efecto. Tampoco es que lo tenga tan grande como Rocco u otro actor porno. Pero creo que lo tengo del largo y grueso ideal. En general con todas he podido tener sexo de todo tipo y en todas las posiciones, salvo a unas pocas a las que les dolía que las penetrara de cierta manera. 

Pero estoy solo. Y soy un imbécil que no sabe seducir. Siempre las mujeres vinieron a mi y todo fue muy fácil. Claro, eso incluye haberme acostado con varias que no me gustaban mucho. Como que siempre me he hecho el tonto. Me he tirado a más mujeres de las que me gustaría y muchas de ellas no valían la pena. Ese tipo de mina tiene sus tácticas. Se ofrecen, y dan vueltas hasta que algún día uno está aburrido y caliente y terminaba encamado con una de ellas. Pero me dije que ya no más y me he mantenido firme, a pesar de que algunas me escriben y me preguntan si acaso no seré gay. Lo normal es que un hombre salga a tirarse cualquier mujer que tenga por delante.

Tampoco se trata de que siempre me haya ido bien. Tiré con muchas que no me gustaban mucho y no pude hacer nada con varias que sí me gustaron harto. Lo más patético, es que todas las mujeres que me gustaron me dieron una oportunidad. Con todas pude salir, hablar, me dieron sus teléfonos. Pero como ellas eran maravillosas, se hacían esperar. Era mi responsabilidad como macho llegar a tirar con ellas y yo estaba muy acostumbrado a que ellas vinieran a mi. Así que mi lista de pendientes quedó muy larga. 

Estos meses de cuarentena he estado hablando con una amiga italiana. Eso y nada más. Activé el Tinder Gold y paseo por todo el mundo. En Ucrania está lleno de mujeres preciosas. Osea, primero, son mujeres. Además, son preciosas. Son mujeres, tienen fotos con vestidos. Se ven muy pocas con esos horribles jeans de rodillas rotas. Ese tipo de pantalón es para pedófilos, solo las niñas y niños que están aprendiendo a caminar se rompen las rodillas cuando tropiezan. Ese tipo de pantalón simboliza una búsqueda de la eterna juventud que se ha convertido en búsqueda de la eterna infancia. Arbitrariamente, diría que son admisibles en chicas de hasta 23 años. Luego de esa edad, son mujeres y se ven muy mal. Bueno, por toda Ucrania, desde Odessa a Jersón, de Kyiv a Karkhiv, de Mykolaiv a Leópolis, he encontrado mujeres. Tengo 44 matches. Hoy una me saludó por instagram, estuvimos conversando un rato. Está aprendiendo español y es diseñadora. En un momento le hice una pregunta y sin esperar su respuesta bajé a tomarme un café. Cuando volví a tomar el teléfono, me había respondido inmediatamente. Cuando retomé la conversación habían pasado 15 minutos y no me volvió a replicar. 

Esta mañana también estuvo mal en el lado de Chile. Hace unos días facebook me sugirió un contacto. Era una de esas mujeres con las que pude tener algo y no pasó nada. Ella debe haber pensado que yo soy un imbécil. Era preciosa, cuatro años menor que yo, su mamá había sido muy amiga de la mía, aunque había muerto de cáncer. Nos juntamos un par de veces hace muchísimos años, durante algunos meses en un período entre el 2001 y el 2003. La agregué y me aceptó. Ahora es abogada, como yo. En algún momento nos habíamos reconectado, por facebook, en la primera cuenta que tuve y que cerré cuando tenía más de 2000 contactos. Había visto que tenía pololo, ponía sus cosas con él. Como dije, es de las mujeres más lindas con las que perdí mis oportunidades. Un poco más alta que yo, blanca, tenía pecas y pelo negro. Ojos claros y nariz respingada. Le gustaba Robbie Williams y me contaba cómo eran sus reuniones familiares. Era la menor y tenía dos hermanos mayores. En fin, ahora miré en sus fotos y no había mención a nadie más. Hoy la saludé y empezamos a conversar. Le dije que quizás cuando termine todo esto podríamos tomarnos un café. Ella no me respondió a eso, pero siguió con la conversación. Se dedica al derecho de familia y bromeé con ella sobre que va a tener mucho trabajo cuando termine la cuarentena. Me dijo que por su lado el matrimonio ha aguantado bien. Fantástico, está casada. Y yo soy un imbécil. Podría estar escribiendo en veinte años más y decir que nunca me metí con una mujer casada. Como si los matrimonios no se acabaran porque aparece otro. Me acabo de dar cuenta de mi imbecilidad al escribir esto. Soy un círculo de oportunidades botadas. 

Y bueno, se acabó la mañana. Ayer volvió la nana. Ya almorzamos en el comedor de diario. Todos en pijama. Me voy a afeitar, duchar y me pondré a trabajar. Tengo que terminar un artículo y unas tareas del doctorado. Quizás me tome una dosis de 0,125 mg de clonazepam, que me quedó desde el 2017. Aún no vencen. Hace unas semanas, en plena crisis familiar, había vuelto a tomar esa dosis. Al tercer día me dio un estado de euforia tal que estuve una hora haciendo ejercicio. Me jodí la espalda, pero me sentía lleno de energía. Por unos días no pensaba en esta necesidad vital, tan humana, de procrearse en tiempos de tragedia. Dentro de las cosas que puedo rescatar es que volví a escribir poesía, de nuevo con algunos comentarios favorables, y que he vuelto a leer a Jorge Teillier. Actualmente su poesía me hace mucho sentido. Estos poemas son maravillosos:

"El día del fin del mundo
será limpio y ordenado
como el cuaderno del mejor alumno.
El borracho del pueblo
dormirá en una zanja,
el tren expreso pasará
sin detenerse en la estación,
y la banda del Regimiento
ensayará infinitamente
la marcha que toca hace veinte años en la plaza.
Sólo que algunos niños
dejarán sus volantines enredados
en los alambres telefónicos,
para volver llorando a sus casas
sin saber qué decir a sus madres
y yo grabaré mis iniciales
en la corteza de un tilo
pensando que eso no sirve para nada.

Los evangélicos saldrán a las esquinas
a cantar sus himnos de costumbre.
La anciana loca paseará con su quitasol.
Y yo diré: “El mundo no puede terminar
porque las palomas y los gorriones
siguen peleando por la avena en el patio”.




CUANDO TODOS SE VAYAN


a Eduardo Molina Ventura

Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar
en el balancín roto.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.

Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.


DESPEDIDA

…el caso no ofrece
ningún adorno para la diadema de las Musas.
Ezra Pound

Me despido de mi mano
que pudo mostrar el rayo
o la quietud de las piedras
bajo las nieves de antaño.

Para que vuelvan a ser bosques y arenas
me despido del papel blanco y de la tinta azul
de donde surgían ríos perezosos,
cerdos en las calles, molinos vacíos.

Me despido de los amigos
en quienes más he confiado:
los conejos y las polillas,
las nubes harapientas del verano,
mi sombra que solía hablarme en voz baja.

Me despido de las virtudes y de las gracias del planeta:
los fracasados, las cajas de música,
los murciélagos que al atardecer se deshojan
de los bosques de casas de madera.

Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.

Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas en que las calles se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.

Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.

Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
—la sal y el agua
de mis días sin objeto—

y me despido de estos poemas:
palabras, palabras —un poco de aire
movido por los labios— palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.