Desperté en forma abrupta. A ella se le había perdido su perro y lo estábamos buscando. Le pregunté a la nana de mi abuela y me dijo que lo fuera a buscar a su pieza. Fui a las habitaciones de los empleados, en las que en épocas pasadas hubo muchos, y la puerta de la pieza de la nana se abrió de golpe, como en las películas de terror, y me mordió un perro. Eso no me dio susto, fue simplemente la señal para despertar y empezar el día.
Escribiendo pienso en ella. Tenemos 10 años de diferencia. Nunca la pesqué mucho. Me gustaba, pero yo estaba en otra relación y soy fiel. La última vez que la vi fue el 2016, a la salida de un recital. Yo fui solo, gordo, soltero y derrotado. Ella andaba con su familia, mi amigo me divisó y corrió a saludarme. En eso estaba cuando ella apareció con su pololo. Nos saludamos bien. Después caminamos un rato con mi amigo y el pololo de ella. Un buen tipo. Al año siguiente murió mi papá y ella me envió un mensaje de condolencia, bien bonito. Luego se fue con su perico al extranjero, el año pasado se casaron, y a veces la veo con el pelo rosado. Me borró de facebook, pero seguimos en Instagram.
También pienso en mi familia materna. Tantas habitaciones y tanta diferencia espacial con los empleados. Yo solo vi esos espacios, en mis años solo hubo una nana puertas adentro y otras dos nanas puertas afuera. En la época de la mamá había chófer, jardineros, tres nanas. Todos vivían en la casa. El hijo de una de las nanas ahora es alcalde en una comuna periférica. Y así dicen que no hay progreso social en Chile.
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