lunes, 2 de junio de 2014

Dos de junio, día gran día

El día lunes dos de junio fue un gran día. No sólo por lo que pude hacer, sino por lo que significó luego de casi cuatro años de ausencias.

Durante ese período estuve en una relación que pensé duraría para siempre. Como nunca antes, la idea del matrimonio fue real. No se lo pedí. Terminé con ella el día de los enamorados. No es algo que me ponga contento, pero así fue. Nunca hay un momento oportuno para situaciones dolorosas.

Terminé esa relación con mucha tristeza. Pero no aguantaba más. Cada noche, literalmente, pedía no despertar. Fue una agonía de meses. Hasta que acabó, como ya les conté. 

A mi edad, tan cerca de los 30 como de los 40, estaba solo. Había pasado dos años viviendo con ella en una pequeña ciudad, alejado de mis redes, de mis amigos, de tanta gente. Tras terminar, respeté mi norma autoimpuesta de una especie de luto, un mes por cada año de relación. No siento mucho aprecio por la gente que no sabe estar sola, y menos por los que pasan fácilmente de una relación a otra. Me parece que simplemente buscan un sucedáneo de lo que alguna vez tuvieron, una mala versión de cover, y se conforman. Yo no soy así.

Pasado ese luto, empecé a buscar amigas. Antiguas amigas. Gracias a facebook descubrí que prácticamente todas están casadas. Con hijos. Nada que hacer ahí.

Luego me miré. No me reconocí frente al espejo. Ya estaba en un delicado balance de mi peso, en la línea entre ser macizo o ser un guatón. En esos dos años de convivencia sumé 25 kilos. Tengo una guata que no es mía, no la reconozco y la voy a eliminar, por las buenas o por las malas. Quiero mis abdominales de vuelta. También tengo pendiente comprarme ropa. Tengo harta, por mi profesión se supone que debo vestir formal, pero trabajo con jeans y dos trajes del papá que me entran. Si termino el trabajo temprano iré a ver un sastre, me quiero hacer dos ambos, lo más baratos posibles. En esta talla, deben ser transitorios.

Sintiéndome viejo, gordo y acabado, llegué al preludio de este dos de junio. Pero ya no más. En los días previos había tenido avances. Dejé de comer como camionero y ya se me nota algo la baja de peso. No puedo trotar, pero caminaré. Hago apenas diez flexiones de brazos, no importa, las seguiré haciendo todos los días, hasta que llegue a quince, y así me acercaré a las dos series de 50 que podía hacer sin cansarme. Voy a recuperar mi jurídica forma humana.

Lo que lo transformó en un gran día para mí, fue que pude conversar, virtualmente, con mujeres. Una de ellas es una antigua amiga con ventaja, tiene un hijo, está soltera. Lo pasamos super bien juntos. Puede que reincidamos, puede que no, ya tengo su teléfono. Otra es una amiga a la que no veo del 2011. Es mucho menor que yo, me gustaría conocerla mucho más, pero con lo lejos que estamos y la falta de información que tengo de ella (no sé siquiera si pololea o no), hablarle y que me responda por facebook se ha sentido bien. La encuentro muy interesante. Ellas dos son de la categoría de antiguas amigas. Las otras dos son mujeres a las que no conozco en persona, pero me dio gusto caerles bien. Una de ellas, en la que no tengo  interés romántico, porque es demasiado menor, es muy entretenida. La otra, uf, es un cuento aparte. Es toda una mujer. Pedía que le escribiesen historias de sexo y así lo hice, le conté toda mi vida. Con este apodo y un e-mail creado para la ocasión, pues me da pudor. Me respondió que le encantaron mis historias, lejos las mejores que le han llegado. Eso es un halago. ¿Seguiremos conversando? Espero que sí.

Con todo eso, además pude ayudar a un amigo. Un amigo que es casi un hermano. Nos conocemos desde los diez años, fuimos compañeros de colegio, vivimos juntos. Necesitaba cinco millones de pesos. Se los pude prestar. Me siento bien.









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