jueves, 5 de junio de 2014

El cuatro de junio.

Ayer fue un gran día. Entretenido en el trabajo y luego mi cita con el loquero. Empecé a ir cuando preparaba mi examen de grado, para lo que me ayudó con terapia y ciertas píldoras mágicas. Luego me entregó muestras médicas, para que las usara en caso de emergencia. Se vencieron, nunca las necesité.

Ahora llevo como un año seguido de terapia, temas de la infancia, problemas de madurez, etc. A pesar de lo radiante que una vida se pueda ver externamente, creo que todos tenemos nuestra pequeña casa del terror en alguna parte de la memoria. Pero no se pueden usar las culpas del pasado para eludir las responsabilidades del futuro.

Anoche nuevamente estuve chateando con una amiga hasta las cuatro de la madrugada. Me gusta hablar con ella y también me recuerda mi adolescencia. En cuanto a comodidades materiales siempre he vivido con privilegios, en la casa de mi madre hay acceso a internet desde 1995. Cuando adolescente o en los primeros años de universidad, era común quedarme conversando con amigas hasta muy tarde. Me gusta tener amigas, mujeres que me abren un pedazo de su alma. Con algunas hubo sexo, otras no, unas me gustaron y otras no. Incluso hubo un par que me atrajeron mucho, pero no traté de cambiar nuestra amistad.

Y bueno, ese tipo de compañía es la que me viene bien en esta etapa. Me estoy sintiendo mejor pero me falta harto camino que recorrer para volver a seducir. Como estoy ahora, ni aunque Mónica Godoy, mi amor platónico y con quien estuve alguna vez en un seminario y ratifiqué que es hermosa, o la minita de Harry Potter quisieran salir conmigo, estaría cómodo.

Antes de fin de año lo lograré.


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